viernes, 29 de agosto de 2008

viernes, 15 de agosto de 2008

NUEVE

Por qué nos abrazamos, nos pregunta el mundo. Sé que no podemos darle respuesta, pero lo seguimos intentando.
Tal vez por eso nos abrazemos. Porque nos ayudamos a seguir intentándolo; y lo festejamos en un abrazo.
Todavía podemos elegir abrazarnos, le decimos al mundo que nos mira. El mundo, boquiabierto, ve un abrazo, uno, dos cuerpos, pero no puede sentir eso que ocurre en los límites imprecisos de dos seres humanos.
En esos límites invisibles se iluminan las elecciones hechas: una caricia, una mano abierta, un sueño, él-ella eligiéndose, mirándose entre miles, volver a abrazarse...
Elegimos creer, le gritamos al mundo. Él-Ella se vuelven a abrazar, se vuelven uno con el mundo.

OCHO

En la televisión: Marcelo Tinelli. En la mesa: Ricardo González, vecino de calle cercana al Barrio Olvido. Ricardo piensa: "Qué grande debe ser el mundo de algunas personas. Obviamente, el tamaño de ese mundo personal va a depender del espacio que ocupen sus palabras. Por eso admiro los mundos de Gandhi, Guevara, Violeta y Jara. No me importa ni la clase de lucha ni involucrarme en discusiones sexistas. Mundos. Me importan sus mundos".

En la televisión: sigue Marcelo Tinelli. En la mesa: un cuaderno de Ricardo González cuya hoja dice en lápiz: "Palabras grandes: revolución, desobediencia civil, guerra de ideas, amor, niño, te recuerdo, socialismo, pureza, conciencia social, justicia".

Ricardo mirando hacia ningún lugar en particular: apenas roza con el rabillo del ojo el cuaderno abierto en la mesa. Y piensa: "Es que esas personas llenaron las palabras con tantas experiencias que son palabras que, al pronunciarlas ellos, suenan como inmensos panales de abejas; una palabra lleva a miles de celdas interconectadas entres sí, llenas de la más dulce miel de los recuerdos. Lindo pensar esto estando tan cerca del Barrio Olvido".

Marcelo Tinelli: corta una pollerita para ver mejor el orto de una tal Eugenia. Ricardo González, desde una silla cercana al televisor: mira el orto como si mirara la lapicera que usa siempre en la oficina. Y, ahora casi moviendo los labios, piensa: "Por eso mi mundo es tan chico; es que hay palabras como tineli y orto... Y claro: las celdas mutan en obscuros tugurios y la miel se convierte en caca o en siliconas...".