Porque la palabra "nomos" es Ley. Ley, también, es la palabra.
¿Por qué es ley la palabra? Por su evidente realidad contradictoria: cada palabra ocupa un lugar en el espacio, pero hay espacio para pronunciar incontables palabras; una palabra es una secuencia que intima profundamente con la Ley del Tiempo; pero en un "instante", la palabra desaparece y habita el Origen del no-Tiempo (donde el Silencio es una vibración Eterna).
Y "decidí"; qué decir, parece un misterioso juego de palabras: "decidí" (y decidí pronunciar una palabra grandiosa); "decí, dí" (dí cualquier cosa que transforme tu ser en un presente divino). Decidí, dí, dí.
Toda palabra existe para servirte. ¿Quieres té? Sí, ¡quiereté!
Te sirve, tu eres quien decide darle existencia a cada una de ellas.
Porque tu Creador así te dijo: "Te servirás de las palabras; también para Servirme". Escuchaste y, en un principio, te sirvió.
Así, trajiste al mundo dios, canción, sacrificio, humildad, altares, amor... Y decí: "diste"; diste todas estas palabras doradas, llenas de flores, con aguas claras, con aroma a fruta fresca, en comunión con oradores y adoradoras, todas las ofreciste sumisamente para hablar con Él, hablarle de ti, agradecerle tu poder para modelar las cosas recibidas.
Así, Él te enseñó a cantar desde el corazón humano.
También, "decidiste" no dar y no servir; y mal dijiste palabras, echaste maldiciones con artificios crueles a quien no te sirve; y violaste palabras con acciones disparatadas, las ataste a la fantasía de tu pequeña cabeza desbocada, abusiva e ignorante, quisiste apartarte, hiciste arte para no enseñarte ni responsabilizarte de lo dicho en tus obras, e intentaste velar las profundidades del conocimiento Divino que revela el espejo íntimo que cada ser hablante tiene a su alcance; el que refleja la Verdad en cada palabra y en todo lenguaje que contenga al ser que quiere crecer y reinventarse.
Por esta razón, digo "olvido". Volví de donde mi ego se había ido para olvidarte y darme olvido.
Pedí olvidar a mi ego errante, y ser alma radiante.
Volverme hacia el corazón de diamante y recordarme brillante; por un instante: ser, ver, sentir (servir a), la danza vibrante, de Aquel que lo anima todo con Su mirada, con Su aliento de Amor inagotable, y Escucharlo cantar un himno policromático, Ley de leyes, que bailaré en cada palabra y realidad amante.