martes, 10 de junio de 2008

UNO

No es ninguna contrariedad, dijo Ernesto Verba mientras acomodaba las tarjetas de crédito como si barajara en una mano de truco. El tema es que hoy estamos tan ensimismados en nuestro propio goce que si pensamos en la palabra "socialismo" se nos retuerce el estómago y no podemos comernos el carré de cerdo a las frutas rojas que nos hace el cheff del international restó al que vamos todos lo jueves con los chicos de la oficina; por eso hay que empezar de a poco.
Su interlocutor, como siempre, atendía sin que se note: o se perdía en el color del vino que giraba prisionero en su copa o en el sabor de la empanada que parecía querer descifrar mirándola fijamente.
Mirá, yo creo en esta teoría del Socialismo Individual, parte de mi sueldo es de mi barrio y de sus pequeños comercios, del albañil que hace changas, del vendedor ambulante... Por ejemplo, si tenés dvd, televisor 29'', microsistema y las pelotas de Bill Gates, cuando se rompe, en vez de cambiarlo porque te lo dan en mini cuotas sin interés y conviene más, se lo llevás al loco García.
En ese momento, quien lo escuchaba se atragantó con la empanada y miró fijo a Ernesto esperando que se retracte, pero no hubo caso: ahí había convicción.
Y sí, te atenderá en pijama, se rascará las bolas descaradamente a veces, pero es un capo de la electrónica y es del barrio, te atiende personalmente, no tiene un maniquí bioprogramado que te habla como si fueras un cajero automático con patas; el tipo es él mismo, no un clon de vaya a saber qué yuppie importado; y se rasca las bolas porque es libre y es una práctica para que el otro se dé cuenta de lo que se pierde por las formas: rascarse las bolas cuando pican, qué lindo.
Su amigo dejó la empanada como resignado y se dedicó a pasar el último bocado con grandes tragos de vino.
Pero esto que digo necesita de una militancia, el socialismo individual es un modo de vida; porque hay que recorrer el barrio, conocer a quienes lo habitan, cuáles son sus habilidades, sus necesidades, sus preocupaciones; te digo lo que pienso, y esto no me lo dijo ningún prócer: el barrio es la república donde cada uno puede ser un hombre libre o un encerrado vasallo.

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