miércoles, 11 de junio de 2008

DOS





De vez en cuando, triunfan las ideas. Marcos se desperezaba de la siesta; el sol todavía bien en alto anunciaba un día de nuevos logros. Su aldea estaba en paz: nadie temía por su vida frente a un cohabitante, nadie temía ser víctima de la injusticia y quedar en la calle o en la miseria y sufrir de hambre o de frío, nadie temía la agresión gratuita porque todos sabían muy bien defenderse, todos sabían lo que era el dolor y los valores como "dignidad" fueron gloriosas victorias aprehendidas con la única arma de la voluntad y el alma: el corazón.


Y el corazón hería cada cosa que se hacía en la aldea de Marcos. Simplemente porque habían triunfado las ideas de ese corazón comunitario. Entonces, cada uno de sus integrantes materializaba las ideas antes de que éstas fueran aniquiladas por el miedo. No eran graaandes ideas; eran ideas simples, pequeñas, pero auténticas; tampoco eran ideas originales porque nadie sabía, ni aun Marcos que sin resultado había intentado por largo tiempo encontrar la Verdad Original, quién había dado origen a todo este material enigmático que volvía real lo invisible. Pero eran ideas reales, ahora se las podía tocar y ahí estaban, junto a su dueño.


Precisamente, el sol de la tarde anunciaba que la feria del mes iba a irradiar belleza. Era hermoso ver a sus realizadores creando y comentando su creación; comunicando sin trabas incómodas las profundidades de cada pensamiento expresado en su obra, y por esta razón frecuentemente se creaban pequeños auditorios al aire libre donde por alguna razón la gente se concentraba a escuchar tal o cual charla.





El diálogo fluía sin lógica aparente, cualquier mancha podía ser objeto de intercambio, aunque Marcos sabía bien a qué se debía tanta integración: todos eran iguales en la creación, ya sea ésta acción o potencia.



Fotos tomadas en la ciudad de Rosario (Bvd. Oroño y Bvd. Pellegrini) en noviembre del 2007.-

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