jueves, 8 de enero de 2009

ODIO

ODIO lo que significa
seguridad, justicia y paz.

Odio eso que traen aparejado,
con todo mi ser.

Quiero gritar con un aliento tan fuerte
que borre esas palabras del mundo.
Quiero palabras miedo, palabras injusticia y palabras caos.
Palabras humanas.
Esas palabras quiero.

Incertidumbre, duda, misterio. La nada.
Cómanse esas palabras, malditos asesinos.
Con ellas en sus vientres, los maldigo:
tendrán un ataque de pánico en el McDonalds,
sufrirán de sudor frío en el casino,
el insomnio los aterrará en el hotel de lujo,
chocarán con su audi a su propio hermano,
perderán un hijo en el crucero de lujo...

Y preguntarás, asesino,
¿por qué yo atizo estas brasas con espíritu enfermizo?
(Como aquel que recordaba la masacre indígena
frente a un auditorio gallego)
Es el grito sordo de un niño;
de un niño negro, de un niño indio,
de un niño armenio, de un niño judío,
de un niño palestino...
Hoy más que nunca: el grito de niño palestino.
Porque odio tus palabras huecas
que traen llanto de niño,
terror de niño,
muerte de niño.

Y enciendo mi corazón
para escuchar ese grito,
grito eco, grito ahora, grito millones;
ese que devorará todas tus certezas
y tus entrañas de piedra.

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