martes, 5 de diciembre de 2017

De autos que se sacrifican

El qüit de la cuestión es saber que hay gente, personas, que no creen.
Parece fácil pero no es tan difícil: no creen.
Yo creo.

Es una evidencia. Lo asumo.
No sé cómo lo hago.
Puedo darle palabras
pero eso no hace que pueda dar creación
a una entelequia que manifieste la interpretación de su existencia
y crea y cree algo como yo lo hago.

Hay quienes creen crear un ser propio.
Que manifieste la interpretación de la existencia
de su creído creador.
Puede ser una persona cualquiera;
¿importa el sexo biológico?

No a estos efectos:

Esta persona introduce una herramienta
en la vagina de la mujer.
(Aquí sí importa el sexo natural).
Extrae un óvulo humano.
Por otro lado, otra persona
(no importa su sexo)
manda a masturbarse a un varón
(ahora también sí importa el sexo).
Luego otra persona o un par de personas
o un grupo de personas
quieren ser padre/s o madre/s
o quieren tener un bebé humano.
Con conciencia de que lo pueden obtener
por dinero.
Quizá en quien demanda,
o quizá en quien oferta la unión
(de quirúrjica manera de juntar óvulo y esperma
para hacer un humano embrión),
o en ambas partes,
pueda darse esta idea
de creído creador
o creídos creadores...

Yo creo en ellos.
Creo que existen, que son reales estas personas
y los pensamientos que expresan.

Hay personas que no creen en mi
en mi existencia y en los pensamientos que expreso
como interpretación de mi ser en la Tierra.
Aquí el sacrificio se vuelve quimera.

¿Creo o no creo en su existencia?

¿Hay personas que pueden interpretarse superiores
y por lo tanto sacrificar existencias diversas?

Creo que existen esas personas
y creo que el sacrificio existe como manifestación
de la existencia humana.
Negarlo me haría tan tonto como aquel que cree
que no existe la igualdad entre personas.

La diferencia es que yo creo en el movimiento y hay personas que quieren que otras se queden
qüit o qüietas.

Porque otra cuestión, que viene después del sacrificio,
es saber qué o quién y para qué o para quién
se sacrifica.
Y cómo, con qué.

Digamos que es una cuestión de interpretación
en este caso de la palabra, que trasunta nuestra existencia
como personales personas.
La palabra plantea la existencia social.

¿Existe esa tipo de existencia?
¿Es un qué o un quién?

¡Claro que existe!
¿Tan tonto vas a ser que no crees en esto que ves?
Rompé la computadora si querés.
Reventale la pantalla como si fueras un antepasado
aplastando un cráneo humano.

¿Nuestros antepasados habrán pensado que podían suprimir lo creado?

Sí. Si hay una pregunta hay una respuesta.
Y esa respuesta puede ser diversa.
Y entre esas diversidades están las extremidades.
Y es una herencia incoherente suicidarse por tener izquierdas y derechas
extremos inferiores y superiores.
No estoy educando pero sé que hay quienes quieren hacerlo
prefiero estar enseñándome
reflejando mi creencia
en mi desconocida existencia.

Mi máxima intensidad nunca tendrá aplausos
porque mi interés no pasa por los escenarios
ya están ocupados con egos domesticados
que si pasan un límite previamente fijado, son suicidados.

Tampoco está entre bambalinas
donde los egos se creen que se inmortalizan
en excesos y soberbias especulaciones
para impactar y atraer atenciones
porque hay un interior voraz
sin esperanza terrestre en un ideal que lo alimente.

Yo creo estando en el público
moviéndome entre las butacas
mirando a los ojos y sonriendo a mis pares;
o comentando la obra mientras barro la vereda
mostrando una ética que haga con la persona de al lado
una mejor convivencia;
o mientras atiendo una cercana emergencia
hablando de algo por hablar para atraer la vida
de quien en la mala está;
u organizo un evento para ayudar a quien cree
en el sacrificio del fruto maduro
para que las semillas tengan la oportunidad de brotar
en las manos tibias de la Tierra, con más Libertad.

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