viernes, 15 de agosto de 2008

OCHO

En la televisión: Marcelo Tinelli. En la mesa: Ricardo González, vecino de calle cercana al Barrio Olvido. Ricardo piensa: "Qué grande debe ser el mundo de algunas personas. Obviamente, el tamaño de ese mundo personal va a depender del espacio que ocupen sus palabras. Por eso admiro los mundos de Gandhi, Guevara, Violeta y Jara. No me importa ni la clase de lucha ni involucrarme en discusiones sexistas. Mundos. Me importan sus mundos".

En la televisión: sigue Marcelo Tinelli. En la mesa: un cuaderno de Ricardo González cuya hoja dice en lápiz: "Palabras grandes: revolución, desobediencia civil, guerra de ideas, amor, niño, te recuerdo, socialismo, pureza, conciencia social, justicia".

Ricardo mirando hacia ningún lugar en particular: apenas roza con el rabillo del ojo el cuaderno abierto en la mesa. Y piensa: "Es que esas personas llenaron las palabras con tantas experiencias que son palabras que, al pronunciarlas ellos, suenan como inmensos panales de abejas; una palabra lleva a miles de celdas interconectadas entres sí, llenas de la más dulce miel de los recuerdos. Lindo pensar esto estando tan cerca del Barrio Olvido".

Marcelo Tinelli: corta una pollerita para ver mejor el orto de una tal Eugenia. Ricardo González, desde una silla cercana al televisor: mira el orto como si mirara la lapicera que usa siempre en la oficina. Y, ahora casi moviendo los labios, piensa: "Por eso mi mundo es tan chico; es que hay palabras como tineli y orto... Y claro: las celdas mutan en obscuros tugurios y la miel se convierte en caca o en siliconas...".

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