martes, 10 de marzo de 2015

Un Filme de Culto. A la vida cotidiana. Primera Parte.




En el principio era la nada. El vacío.
El lenguaje terminó en la última expiración de la última persona humana.
Ahora nada.
Entonces: una sombra.
¿Qué puedo entender?
¿Un árbol que se quema?
¿Un árbol y una mujer que danza?
¿Un sueño?
Sueño que existo.
Sueño con los colores de la whipala.
Tengo puestos los zapatos de trabajo.
Camino a través de las líneas que trazamos con los cerámicos.
Ahora, aquí yo puedo transgredir cualquier límite.
Soy el Amo y Señor de estos mosaicos.
Ahora mis zapatos son borceguíes con punta de acero.
Para patear traseros de lo jipis mugrientos que no trabajan.
Los campesinos también son mierda con un trabajo de mierda.
A ellos también les puedo hacer comer sus alpargatas viejas con mis botas nuevas.
Entonces un estallido.
Algo inesperado.
Llama. Fuego.
No entiendo. Niego.
¡No puedo mirarme!
¡Hice cosas horribles!
¡Tengo miedo!
¡De lo que me puedan hacer!
¡Tengo miedo de que no me tengan piedad,
como yo no la tuve!
Aterrorizado, miro sólo una imagen de mi vida.
Me conecto con mi infancia.
Con cosas que me eran ya lejanas.
Creo que puedo creer.
Creo que puedo creer que puedo amar.
A algo, quizá a alguien.
Creo que podría llegar a amar algo.
Creo que podría llegar a amar a alguien.
Esto es real.
Ahora sí: yo ya puedo amar.
Yo también puedo amar.
Sí, gracias a este dios.
Y tengo que agradecer a este odio
porque ahora lo puedo expresar:
¡Hijos de una gran perra!
Eso es lo que son:
¡Hijos e hijas de una gran perra!
¡Porque no conocieron el amor de una madre humana!
¡Porque no me lo enseñaron!
¡El amor de una verdadera madre con amor humano, interesado, inventivo, teatral!
Y sí, ahora digo todo lo que me molesta…
Y también todo lo que amo:
A dios, al dinero, al jardinero, a las semillas,
al alimento, al fuego, a las piedras preciosas, al mate,
el humo, el arte, las mujeres con alas, el maíz y la cerámica…
¡Y a mí mismo más que nada!
Desde los 28 me preparo para envejecer y morir.
Hasta aquí, en este mismo instante,
recorrí 10 años de mi final para entender
que la separación es una ilusión,
que no hay mismidad
que no incluya la otredad.
Por eso no puedo estar parado sobre tumbas
sin, aunque sea, decir unas palabras por quienes murieron ante mi.
No fue necesario presenciar la trágica escena con la mirada.
Se puede escuchar.
Se puede leer.
Se puede sentir.
Presentir.
También se puede callar.
Muchos intuían lo que callaba mi silencio.
Y optaban por ocupar el lugar del charlatán estúpido y condescendiente en lugar de no mentirse,
de no mentirme,
y enfrentarse con coraje a amar hasta nuestra propia suciedad.
Y perdonarse para reparar.
Es que la explosión del poder asusta a generaciones durante cientos de años.
El impacto de un misil es odio que se siembra en esa tierra por milenios.
Y repercute como ondas electromagnéticas en cada habitante enganchado a ese nivel de comunicación.
¿Quién que está leyendo puede escapar de lo humano?
Al final, hay que entregarse con confianza a lo que se crea con amor,
a las concretas leyes de la vida, a lo que rige la vida y las estaciones en la tierra.
Siempre se puede aprender a amar, lo que se es, lo que somos, lo que hacemos.
Para apagar la luz en paz.
¡Sabiendo que en algún lugar de la noche
están las mujeres y el humo danzando alrededor de los árboles frutales!

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