En el
principio era la nada. El vacío.
El lenguaje
terminó en la última expiración de la última persona humana.
Ahora nada.
Entonces:
una sombra.
¿Qué puedo
entender?
¿Un árbol
que se quema?
¿Un árbol y
una mujer que danza?
¿Un sueño?
Sueño que
existo.
Sueño con
los colores de la whipala.
Tengo
puestos los zapatos de trabajo.
Camino a
través de las líneas que trazamos con los cerámicos.
Ahora, aquí
yo puedo transgredir cualquier límite.
Soy el Amo
y Señor de estos mosaicos.
Ahora mis
zapatos son borceguíes con punta de acero.
Para patear
traseros de lo jipis mugrientos que no trabajan.
Los
campesinos también son mierda con un trabajo de mierda.
A ellos
también les puedo hacer comer sus alpargatas viejas con mis botas nuevas.
Entonces un
estallido.
Algo
inesperado.
Llama.
Fuego.
No
entiendo. Niego.
¡No puedo
mirarme!
¡Hice cosas
horribles!
¡Tengo
miedo!
¡De lo que
me puedan hacer!
¡Tengo
miedo de que no me tengan piedad,
como yo no
la tuve!
Aterrorizado,
miro sólo una imagen de mi vida.
Me conecto
con mi infancia.
Con cosas
que me eran ya lejanas.
Creo que
puedo creer.
Creo que
puedo creer que puedo amar.
A algo,
quizá a alguien.
Creo que
podría llegar a amar algo.
Creo que
podría llegar a amar a alguien.
Esto es
real.
Ahora sí:
yo ya puedo amar.
Yo también
puedo amar.
Sí, gracias
a este dios.
Y tengo que
agradecer a este odio
porque
ahora lo puedo expresar:
¡Hijos de
una gran perra!
Eso es lo
que son:
¡Hijos e
hijas de una gran perra!
¡Porque no
conocieron el amor de una madre humana!
¡Porque no
me lo enseñaron!
¡El amor de
una verdadera madre con amor humano, interesado, inventivo, teatral!
Y sí, ahora
digo todo lo que me molesta…
Y también
todo lo que amo:
A dios, al
dinero, al jardinero, a las semillas,
al
alimento, al fuego, a las piedras preciosas, al mate,
el humo, el
arte, las mujeres con alas, el maíz y la cerámica…
¡Y a mí
mismo más que nada!
Desde los
28 me preparo para envejecer y morir.
Hasta aquí,
en este mismo instante,
recorrí 10
años de mi final para entender
que la
separación es una ilusión,
que no hay
mismidad
que no
incluya la otredad.
Por eso no
puedo estar parado sobre tumbas
sin, aunque
sea, decir unas palabras por quienes murieron ante mi.
No fue
necesario presenciar la trágica escena con la mirada.
Se puede
escuchar.
Se puede
leer.
Se puede
sentir.
Presentir.
También se
puede callar.
Muchos intuían
lo que callaba mi silencio.
Y optaban
por ocupar el lugar del charlatán estúpido y condescendiente en lugar de no
mentirse,
de no
mentirme,
y
enfrentarse con coraje a amar hasta nuestra propia suciedad.
Y
perdonarse para reparar.
Es que la
explosión del poder asusta a generaciones durante cientos de años.
El impacto
de un misil es odio que se siembra en esa tierra por milenios.
Y repercute
como ondas electromagnéticas en cada habitante enganchado a ese nivel de
comunicación.
¿Quién que
está leyendo puede escapar de lo humano?
Al final,
hay que entregarse con confianza a lo que se crea con amor,
a las
concretas leyes de la vida, a lo que rige la vida y las estaciones en la
tierra.
Siempre se
puede aprender a amar, lo que se es, lo que somos, lo que hacemos.
Para apagar
la luz en paz.
¡Sabiendo
que en algún lugar de la noche
están las
mujeres y el humo danzando alrededor de los árboles frutales!
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